Olga Drennen
Myrla Fernández
Esta es la historia de dos sapos que se parecían tanto, que todos en la charca les llamaban, simplemente, Sapo 1 y Sapo 2. Desde el mismo momento en que nacieron, Sapo 1 y Sapo 2 se hicieron muy pero que muy amigos. Juntos dieron su primer salto a la charca, juntos habían nadado y cazado moscas durante días y días. Pero una noche Sapo 1 descubrió algo precioso en la superficie del agua, y entusiasmado, llamó a su amigo.
-¡Sapo 2, Sapo 2! ¡Mira...qué cosa tan bella!.
Y sapo 2, que se acercó enseguida dando largos saltos, quedó, también, muy impresionado.
-¡Caramba, Sapo 1, esa cosa brillante y redonda es lo más bello que he visto en toda mi vida de batracio!.
Y así fue como Sapo 1 y Sapo 2, se enamoraron perdidamente de "la Redonda", que no era más que el reflejo de la luna en el agua, aunque, claro está, ellos no lo sabían.
Sapo 1 le recitaba poesías:
- Croac, croac, croac, mi redondita, eres tú la más bonita...
Y sapo 2 le croaba su más bella canción.
-Croac, cro-cro-cro-Croac, !redoooondaaaa!.
Pronto Sapo 1 comenzó a sentir celos de la canción de Sapo 2, y Sapo 2, comenzó a malhumorarse con la poesía de Sapo 1. Todo ello ocasionó fuertes riñas.
-¡Sapo 2, deja ya de cantar! –gritaba Sapo 1 a su amigo-, ¿no ves que a la Redonda no le gusta tu canción?.
Y Sapo 2, replicaba:
-¿Qué dices, mal Sapo 1! ¡Ella lo que no soporta, es esa poesía tonta que le recitas!.
Y las peleas entre los dos, se hicieron interminables noche tras noche. Una noche, ocurrió la peor riña de todas, y Sapo 2 se enojó tanto con Sapo 1, ¡que hasta le saltó a la cabeza!. A Sapo 1 no le quedó más remedio que huir, pero por más que corría, Sapo 2 le seguía sin descanso.
La persecución duró ocho kilómetros, y al cabo Sapo 1, que ya no podía más, descubrió una charca y decidió lanzarse a ella para escabullirse definitivamente. Ya estaba a punto de hacerlo, estiró fuertemente hacia atrás las patas traseras para tomar impulso, y las delanteras hacia adelante para amortiguar el golpe, cuando un asombroso descubrimiento lo detuvo.
-¡Iiiiiiiii¡ Pero, ¿qué veo? ¡Increíble! ¡Mira, Sapo 2, esta charca tiene otra Redonda!.
Y Sapo 2, al comprobar con sus propios ojos saltones lo que Sapo 1 refería, exclamó aliviado.
-¡Pues tanto mejor! ¡Quédate en esta charca para siempre, con esa Redonda!, y yo... me iré a la mía, ¡con MI Redonda!.
Y calabaza calabaza, cada uno para su charca. Por primera vez en la vida, los dos amigos se separaron. Sapo 1 quedó en su nueva charca, recitando poesías a su Redonda. Y sapo 2, siguió cantando canciones a la suya. Cada uno, por su parte, decía:
-¡Al fin solos, Redondita!.
Pero una noche comenzó la fase de Luna Nueva, y ni Sapo 1 ni Sapo 2, estaba preparado para lo que sucedería. La Redonda, de pronto, desapareció de la faz de las charcas, y los pobres sapos, cada uno en la suya, quedaron desolados al ver que la Redonda desaparecía.
-¡Redonda, Redondita!, ¿dónde estás? –decían una y otra vez.
Sapo 1 tuvo una idea.
-¿Será que mi redonda se ha ido a la charca de Sapo 2?.
Y la sola posibilidad de que así fuera, le hizo regresar a su antigua charca. Se acercó cauteloso, arrastrado las ranudas patas para no hacer ruido, y en el silencio de la noche, un llanto –muy parecido al suyo- escuchó. ¡Era sapo 2 que lloraba, también, a moco tendido!.
-Cruaaaaa, cruaaaaa... –se lamentaba Sapo 2, y Sapo 1 se acercó.
-Sapo 2, ¿qué te sucede?.
-¡Es mi Redonda, Sapo 1, mi Redonda se ha iiiiiido!
Sapo 1 saltó hacia sapo 2 abriendo los brazos, al tiempo que exclamaba:
-¡La mía también! ¡Mi Redonda también se ha marchado!.
Y los dos amigos, que a causa de la Redonda se habían enemistado, a causa de la Redonda volvieron a unirse, esta vez por el compartido dolor de haber perdido, cada uno, a su amada. Se abrazaban intentando hallar consuelo, se daban las manos, y lloraban sin cesar:
-Cruaaaaaa, Cru-cru-cruaaaaa, cruaaaaaa...
Tanto y tan alto lloraron, que a todas las ranas y sapos de la charca despertaron. Nadie quedó en cama, todos salieron a ver qué sucedía. Incluso el Gran Sapo Toro, el más anciano de toda la región, vio interrumpido su descanso, y de su hueco en la tierra salió, abriendo y cerrando sus enormes ojazos, al tiempo que preguntaba:
-Pero, ¿qué es lo que sucede? ¿Qué algarabía es ésta que no deja dormir al vecindario?.
Sin pensarlo dos veces, Sapo 1 respondió:
-Es que mi Redonda se ha ido, y la de Sapo 2 también, ¡se han ido para siempre! ¡Cruaaaaa!.
-Pero, ¿qué redonda es esa? –preguntó el Gran sapo Toro, y esta vez quien respondió fue Sapo 2:
-La Redonda es...!la Redonda!: ¡esa que todas las noches se posaba en la superficie de la charca, tan callada, y tan linda!...
-Ah, ah...creo que al fin comprendo: ¡la Redonda, es la Luna!.
Sapo 1 y Sapo 2 se miraron extrañados. Al mismo tiempo, dijeron:
-¿!La Luna!?. Y esa...¿quién es?.
-¡Pues la Luna es esa que brilla en el cielo y nos hace más claras las noches!.
Pero ni Sapo 1 ni Sapo 2 querían comprender.
-¡No, mi redonda no está en el cielo, estaba en mi charca! –protestó sapo 1.
-¡Ni la mía tampoco, porque también estaba en mi charca! –replicó Sapo 2.
Y el Gran Sapo Toro, al verlos tan tercos en su enfado, se río de buena gana:
-Ajaja-aaaaaa-ja-ja-ja... Pero hay que ver, ¡qué muchachos!. La redonda de que hablan es la Luna, y no es de ninguno de ustedes, ¡es de todos! ¡Se refleja en tooodas las charcas del mundo!.
¡Ahora sí que Sapo y Sapo 2 no entendían nada! ¿Cómo iba el Gran Sapo Toro a decir que la Redonda estaba en todas las charcas del mundo? ¡Qué soberano disparate!. Como adivinando los pensamientos de los dos sapos, el Gran Sapo Toro dijo finalmente:
-Nada más esperen 7 noches, ¡y ya verán cómo sus "Redondas" vuelven a aparecer!.
Y diciendo esto, regresó a su hueco para dormir. Todos las ranas y sapos de la charca hicieron lo mismo, y solos quedaron sapo 1 y Sapo 2, más confundidos que nunca.
Los días siguientes pasaron pensando que el Gran Sapo Toro los había engañado. Sapo 1 y sapo 2 contaron una, dos, tres noches, y la Redonda no aparecía, pero justo como el sabio había anunciado, en la noche número 7, Sapo 1, loco de alegría, exclamó:
-¡Mira, Sapo 2, en la charca!: es la Redonda, ¡regresó!.
Por un segundo quedaron los dos mirando el brillante reflejo sobre la superficie del agua. Luego, como si se hubieran puesto de acuerdo, elevaron a la vez la cabeza al cielo -cosa que ¡jamás! habían hecho.
Así comprobaron que el Gran Sapo Toro tenía razón. Saltaron hasta la charca en que había estado viviendo Sapo 1, y... ¡efectivamente, allí había otra Redonda!. Más entusiasmados que nunca, saltaron en busca de otra charca, y otra, y otra...¡y en todas había una Redonda, porque era el reflejo de la Luna! ¡Qué felicidad que hubiera tantas, para todos los sapos del mundo!
Finalmente, regresaron a la charca en que nacieron, la misma en la que juntos, habían dado su primer salto al agua. El Gran Sapo Toro, que los sintió llegar, asomó la cabeza desde su hueco de dormir, y dijo:
-¿Ya ven? ¡Debieron fijarse mejor antes de pelearse!.
Desde ese día, Sapo 1 y Sapo 2 no han vuelto jamás a enemistarse por nada, porque antes de hacerlo, piensan un poco, miran a todos lados, ¡y siempre hallan una respuesta!
PÚAS EL ERIZO
Marisa Moreno
Marisa Moreno
Jimmy el ciempiés, vivía cerca de un hormiguero.
Su gran afición era bailar. Tenía unas patitas ágiles como las plumas.
Le encantaba subirse encima del hormiguero y empezar a taconear.
Jimmy cantaba: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor!.
Era muy molesto oír tantos pies, retumbando y retumbando sobre el techo del hormiguero.
Las hormigas asustadas salían para ver lo que ocurría.
El ciempiés seguía cantando: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor!.
¡Otra vez Jimmy!. decía: la hormiga jefe.
¡No podemos trabajar, ni dormir!.
¡No puedes irte a otro sitio a bailar!.
La hormiga jefe ordenó a su tropa de hormigas que llevaran a Jimmy a otro lugar.
¡No, hormiga jefe!.
¡Ya me voy!. Dijo Jimmy.
Jimmy se acercó a la casa del señor topo.
Se puso al lado de la topera y vuelta a taconear.
Seguía con su canción: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor!.
El señor topo enfadado, salió y le dijo: ¡Jimmy, estoy ciego pero no sordo!.
¿No puedes ir a otro sitio a bailar?.
Jimmy estaba un poco triste, porque en todas partes molestaba.
Cogió sus maletas y se marchó de allí.
Empezó a caminar y caminar, hasta que estaba tan cansado que no tuvo más remedio que descansar.
Se quedó dormido bajo un árbol.
Cuando despertó al día siguiente, estaba en un campo lleno de flores.
¡Este será mi nuevo hogar! : dijo el ciempiés.
Tanto se entusiasmo Jimmy, que no se dio cuenta que un gran cuervo estaba justo encima de él, en el árbol.
Jimmy se puso a taconear con tanta alegría que llamó la atención del cuervo.
El cuervo inclinó el cuello y vió a Jimmy taconeando.
¡Pobre Jimmy!.
El pájaro se lanzó sobre él, con gran rapidez.
Abrió su bocaza y cogió al ciempiés.
El ciempiés gritaba: ¡Socorro, socorro!.
Un cazador, que andaba por allí, observo, al cuervo volando.
No le gustaban mucho los cuervos, pues él creía que le daban mala suerte.
Hizo un disparo al aire para asustarlo. El cuervo soltó al ciempiés.
Al caer, el ciempiés se dio un gran batacazo.
Esto le sirvió de lección. Aprendió a ser más responsable y fijarse bien dónde se ponía a bailar.
Buscó un lugar seguro y allí danzaba y bailaba.
No molestaba a nadie ni a él, le molestaban.
Así fue como el ciempiés empezó a ser respetado por todos.
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