13.11.06
DIBUJITOS





Si querés ver más grande la imagen, clicléa sobre ella.
 
posted by hacedoradeblogs at 3:01 PM | Permalink | 0 comments
9.11.06
POEMAS
PÁGINA PRINCIPAL




La brujita
Zandra Montañez Carreño

Para comer me decían,
que vendría la brujita
si no me comía toda

la comida y la sopita.

Vendría como una loca

y en su escoba encaramada,
preguntando por la niña

que no comía y molestaba.

- ¿Como se llama la bruja?

para entonces no nombrarla,
porque viene si me escucha,

que he querido llamarla,
y mi madre respondía,

conteniéndose la risa,
no la nombres nunca niña,

porque ella viene de prisa.

Cada día una tragedia

con la leche y el pescado,
con la sopa y con la carne,

y para cada bocado.
-Ya veras como te lleva

y te cuece en su parrillita,
y te come muy caliente,

la pobre bruja Benita.

El baile de la mariposa.
Emilia Castañeda

Revolotea con su grácil silueta,
coloreando piruetas,
como si fuera una dama de cristal,
y de puntillas, a su flor hace cosquillas
y su danza es una estela de coral.
Su sinfonía es tejer la melodía de un vals,
y su cabeza, pizpireta y regordeta ,
hace cucos y sonríe al pasar,
ladeando sus alitas, dibujando por el cielo
figuritas de sal.
Vuelta y vuelta, se le escapan los sonidos al danzar,

y montada en una clave de sol gira al compás.
y se deja guiar por el pentagrama
hasta que termina al fin su dulce tonada.
Ya la noche se ha dormido en su regazo
y comienza la aventura de soñar,
con sus alas escondidas esperando la mañana,
para comenzar la dicha de bailar.
 
posted by hacedoradeblogs at 11:34 PM | Permalink | 0 comments
CUENTOS
MEJOR ME CALLO

Olga Drennen


Le contesté que no podía creer lo que me decía, que se dejara de hablar pavadas. Pero él siguió y siguió con el cuento ese del fantasma.Ahora que todo el mundo está desesperado, no me animo a decirles lo que sé. ¿Qué van a pensar? Mejor me callo.El, Riqui, que era mi amigo, venía todas las tardes a buscarme para andar en bici. Casi siempre, los chicos del barrio al vernos, nos decían gansadas.-¡Estás rebuena!-¡Genia!Algunos hasta se zarpaban. Yo ni movía la cabeza; pero él, ¡pobre!, se ponía todo colorado.Venía todas las tardes hasta que un día, no vino. Me dejó esperando. Estuve un rato larguísimo con la bici y nada. No apareció.Bueno, está bien, sí, me dio un poco de rabia, sin embargo, cuando volví a verlo, tan alto, con esa sonrisa redulce que tenía, se me pasó todo. Le brillaban los ojos al saludarme.-Ayer te esperé ...-dije.-¡No sabés lo que me pasó! -contestó.Y, entonces, me contó que en la esquina de su casa se había mudado una chica y que él, Riqui, había estado ayudando a descargar paquetes.-¡No sabés la que te perdiste! -dijo -después me dieron un montón de golosinas.Y allí mismo, me regaló unos chocolates diciendo que los había guardado para mí. Estaba tan contento que me invitó a ir hasta su casa ya que yo no la conocía.Al rato, pasamos por una casita de puerta verde.-¡Mirá! Mi papá pintó el frente -dijo -y aquí es donde se mudó la chica nueva.Justo en ese momento, apareció ella. De pelo castaño, un poco gordita, al vernos, lo saludó muy sonriente. ¿La verdad? No me gustó nada. Llevaba un moño colorado en la cabeza y se movía como una gallina. No me gustó, así que cuando pasamos a su lado, le di vuelta la cara.Lo mejor de esa tarde fue que los dos nos divertimos a lo grande. Claro que no todos los días amanecen con sol, Pasaron tres tardes. Tres. Estoy segura. Las conté. A la cuarta, apareció serio como nunca. Yo también me puse seria cuando lo saludé. No es cosa de andar dejando que a una la dejen plantada as cada rato.Él, Riqui, me hizo una seña para que lo acompañara, entonces, lo seguí mientras pensaba en la chica nueva ¡me daba una rabia! A los dos minutos, empezaron los pavotes.-¡Chau, preciosa! ¿No querés que te llevemos en la bici?Esa vez, Riqui ni los miró ni nada. Caminaba con las manos en los bolsillos y la cabeza baja, ¿en qué pensaría?-Tengo miedo -dijo de golpe.Le pregunté de qué, pero él, Riqui, no me contestó. Sonrió un poquito triste sin dejar de caminar y se fue.Ahora, pienso que si en lugar de quedarme callada la boca, hubiera hablado, tal vez, no andarían todos así como andan, desesperados y yo no tendría que callarme lo que sé. Después, pasó un tiempo largo y no nos vimos. Hasta que una mañana, me lo encontré en la panadería. Casi no lo reconocí. Tenía los ojos hundidos, la ropa le bailaba de grande.-¿Estás enfermo? -le dije cuando salimos. Él, Riqui, se puso mal, le empezó a temblar la boca y se tapó la cara con las manos. Esa vez, sí que me olvidé del enojo y seguí a su lado hasta que se tranquilizó.-Me persigue un fantasma -dijo, y yo le solté la carcajada en la cara. Estaba segura de que me había tomado por idiota.-Me persigue un fantasma, te digo -repitió.Como insistía, le pedí que me acompañara a casa y que me contara. Él, Riqui, empezó a hablar.-En cuanto me quedo solo, aparece. ¿Sabés qué horrible?Ahora, no me acuerdo de todo lo que me contó, pero fueron cosas raras, muy raras. Entre otras cosas, dijo que veía unos pies calzados con zapatos negros que flotaban en el aire y que oía una voz que lo llamaba y le avisaba que se lo iba a llevar.-¿No habrás estado soñando? -le pregunté al final.Él, Riqui, no sé si me escuchó porque se quedó callado, pensando..., me dio lástima. Tan lindo que era y tan triste que parecía...-Los huesos le crujen cuando se mueve. ¡Te lo juro!Mientras hablaba, ponía unos ojos que me hacían acordar a los de la gente esa que sale en las estampitas.-Mirá que nadie lo sabe. Solamente vos.Solamente yo. Y se fue y no volvió.Ahora que todos dicen que me pasa esto o lo otro y que el médico de aquí o los remedios de allá, sigo acordándome de él y de la tonta del moño colorado. Lo cierto es que con tanta historia, pensaba en él de la mañana a la noche. También pensaba en ella, ¡mejor!, ¡total! A mí no me importaba. No tenía que importarme. Y si andaba en problemas, ¡que se arreglara solo!, o que lo ayudara ella, ¿no era tan buena? Y después de todo, cuando me lo cruzara, también a él le iba a dar vuelta la cara. Lo más seguro era que andaba inventando pavadas para que yo me olvidara de él. Sin embargo, después, me acordaba del "¡Ayudáme!" que me había dicho y me daba un no sé qué.Ahora, pienso que si, por lo menos, hubiera hablado en ese momento, si hubiese llamado a alguien de mi casa para que conversara con él, tal vez, las cosas podrían ser distintas. Claro que igual, ¿cómo ayudar a un chico que en lo único que pensaba era en fantasmas?Esa tarde, después de que me contó que se lo quería llevar un fantasma, se fue con esa cara transparente como papel de calcar y la ropa bailándole en el cuerpo. Y no volví a verlo. Eso quiere decir, justamente que no lo vi más. QUE NO LO VI MÁS. QUE NO LO VI MÁS.Esperé y esperé. Lo extrañé y lo extrañé. Hasta que no aguanté más y fui a buscarlo.Cuando toqué el timbre de la casita verde, me temblaban las rodillas. Abrió una señora, entonces, le pregunté por mi amigo.-¿Qué Riqui?Me quedé fría, según ella, allí no vivía ningún Riqui.Ningún Riqui. Ningún Riqui, en la vereda de enfrente, ni en la otra, ni en la manzana. Ningún Riqui. Así, que empecé a preguntar por él a los chicos del barrio.-¡Dale, tarada, ¿qué Riqui?¿Cómo que Riqui? El, Riqui, mi amigo.Ahora, que todo el mundo me mira desesperado, sé que si hablo, va a ser para peor. Mejor me callo, y en cuanto pueda, voy a buscarlo a casa de la chica nueva, ella seguro que sabe.Pero, ahora, no voy a decir nada porque si no, van a empezar otra vez con la historia esa de que en esa esquina tampoco vive nadie, que es un terreno baldío. Van a decirme que la termine con Riqui y con la chica del moño, que no existen. Mejor no digo nada. Mejor no digo lo de los zapatos negros que veo flotando en el aire, ni de los huesos que crujen. Mejor, no les digo que de noche, alguien que tiene la voz de Riqui me llama y me llama. Mejor no digo nada. Sí, mejor, me callo.


DOS SAPOS Y UNA REDONDA


Myrla Fernández


Esta es la historia de dos sapos que se parecían tanto, que todos en la charca les llamaban, simplemente, Sapo 1 y Sapo 2. Desde el mismo momento en que nacieron, Sapo 1 y Sapo 2 se hicieron muy pero que muy amigos. Juntos dieron su primer salto a la charca, juntos habían nadado y cazado moscas durante días y días. Pero una noche Sapo 1 descubrió algo precioso en la superficie del agua, y entusiasmado, llamó a su amigo.
-¡Sapo 2, Sapo 2! ¡Mira...qué cosa tan bella!.
Y sapo 2, que se acercó enseguida dando largos saltos, quedó, también, muy impresionado.
-¡Caramba, Sapo 1, esa cosa brillante y redonda es lo más bello que he visto en toda mi vida de batracio!.
Y así fue como Sapo 1 y Sapo 2, se enamoraron perdidamente de "la Redonda", que no era más que el reflejo de la luna en el agua, aunque, claro está, ellos no lo sabían.
Sapo 1 le recitaba poesías:
- Croac, croac, croac, mi redondita, eres tú la más bonita...

Y sapo 2 le croaba su más bella canción.
-Croac, cro-cro-cro-Croac, !redoooondaaaa!.
Pronto Sapo 1 comenzó a sentir celos de la canción de Sapo 2, y Sapo 2, comenzó a malhumorarse con la poesía de Sapo 1. Todo ello ocasionó fuertes riñas.
-¡Sapo 2, deja ya de cantar! –gritaba Sapo 1 a su amigo-, ¿no ves que a la Redonda no le gusta tu canción?.
Y Sapo 2, replicaba:
-¿Qué dices, mal Sapo 1! ¡Ella lo que no soporta, es esa poesía tonta que le recitas!.
Y las peleas entre los dos, se hicieron interminables noche tras noche. Una noche, ocurrió la peor riña de todas, y Sapo 2 se enojó tanto con Sapo 1, ¡que hasta le saltó a la cabeza!. A Sapo 1 no le quedó más remedio que huir, pero por más que corría, Sapo 2 le seguía sin descanso.
La persecución duró ocho kilómetros, y al cabo Sapo 1, que ya no podía más, descubrió una charca y decidió lanzarse a ella para escabullirse definitivamente. Ya estaba a punto de hacerlo, estiró fuertemente hacia atrás las patas traseras para tomar impulso, y las delanteras hacia adelante para amortiguar el golpe, cuando un asombroso descubrimiento lo detuvo.
-¡Iiiiiiiii¡ Pero, ¿qué veo? ¡Increíble! ¡Mira, Sapo 2, esta charca tiene otra Redonda!.
Y Sapo 2, al comprobar con sus propios ojos saltones lo que Sapo 1 refería, exclamó aliviado.
-¡Pues tanto mejor! ¡Quédate en esta charca para siempre, con esa Redonda!, y yo... me iré a la mía, ¡con MI Redonda!.
Y calabaza calabaza, cada uno para su charca. Por primera vez en la vida, los dos amigos se separaron. Sapo 1 quedó en su nueva charca, recitando poesías a su Redonda. Y sapo 2, siguió cantando canciones a la suya. Cada uno, por su parte, decía:
-¡Al fin solos, Redondita!.
Pero una noche comenzó la fase de Luna Nueva, y ni Sapo 1 ni Sapo 2, estaba preparado para lo que sucedería. La Redonda, de pronto, desapareció de la faz de las charcas, y los pobres sapos, cada uno en la suya, quedaron desolados al ver que la Redonda desaparecía.
-¡Redonda, Redondita!, ¿dónde estás? –decían una y otra vez.
Sapo 1 tuvo una idea.
-¿Será que mi redonda se ha ido a la charca de Sapo 2?.
Y la sola posibilidad de que así fuera, le hizo regresar a su antigua charca. Se acercó cauteloso, arrastrado las ranudas patas para no hacer ruido, y en el silencio de la noche, un llanto –muy parecido al suyo- escuchó. ¡Era sapo 2 que lloraba, también, a moco tendido!.
-Cruaaaaa, cruaaaaa... –se lamentaba Sapo 2, y Sapo 1 se acercó.
-Sapo 2, ¿qué te sucede?.
-¡Es mi Redonda, Sapo 1, mi Redonda se ha iiiiiido!
Sapo 1 saltó hacia sapo 2 abriendo los brazos, al tiempo que exclamaba:

-¡La mía también! ¡Mi Redonda también se ha marchado!.
Y los dos amigos, que a causa de la Redonda se habían enemistado, a causa de la Redonda volvieron a unirse, esta vez por el compartido dolor de haber perdido, cada uno, a su amada. Se abrazaban intentando hallar consuelo, se daban las manos, y lloraban sin cesar:
-Cruaaaaaa, Cru-cru-cruaaaaa, cruaaaaaa...
Tanto y tan alto lloraron, que a todas las ranas y sapos de la charca despertaron. Nadie quedó en cama, todos salieron a ver qué sucedía. Incluso el Gran Sapo Toro, el más anciano de toda la región, vio interrumpido su descanso, y de su hueco en la tierra salió, abriendo y cerrando sus enormes ojazos, al tiempo que preguntaba:
-Pero, ¿qué es lo que sucede? ¿Qué algarabía es ésta que no deja dormir al vecindario?.
Sin pensarlo dos veces, Sapo 1 respondió:
-Es que mi Redonda se ha ido, y la de Sapo 2 también, ¡se han ido para siempre! ¡Cruaaaaa!.
-Pero, ¿qué redonda es esa? –preguntó el Gran sapo Toro, y esta vez quien respondió fue Sapo 2:
-La Redonda es...!la Redonda!: ¡esa que todas las noches se posaba en la superficie de la charca, tan callada, y tan linda!...
-Ah, ah...creo que al fin comprendo: ¡la Redonda, es la Luna!.
Sapo 1 y Sapo 2 se miraron extrañados. Al mismo tiempo, dijeron:
-¿!La Luna!?. Y esa...¿quién es?.
-¡Pues la Luna es esa que brilla en el cielo y nos hace más claras las noches!.
Pero ni Sapo 1 ni Sapo 2 querían comprender.
-¡No, mi redonda no está en el cielo, estaba en mi charca! –protestó sapo 1.
-¡Ni la mía tampoco, porque también estaba en mi charca! –replicó Sapo 2.
Y el Gran Sapo Toro, al verlos tan tercos en su enfado, se río de buena gana:
-Ajaja-aaaaaa-ja-ja-ja... Pero hay que ver, ¡qué muchachos!. La redonda de que hablan es la Luna, y no es de ninguno de ustedes, ¡es de todos! ¡Se refleja en tooodas las charcas del mundo!.
¡Ahora sí que Sapo y Sapo 2 no entendían nada! ¿Cómo iba el Gran Sapo Toro a decir que la Redonda estaba en todas las charcas del mundo? ¡Qué soberano disparate!. Como adivinando los pensamientos de los dos sapos, el Gran Sapo Toro dijo finalmente:
-Nada más esperen 7 noches, ¡y ya verán cómo sus "Redondas" vuelven a aparecer!.
Y diciendo esto, regresó a su hueco para dormir. Todos las ranas y sapos de la charca hicieron lo mismo, y solos quedaron sapo 1 y Sapo 2, más confundidos que nunca.
Los días siguientes pasaron pensando que el Gran Sapo Toro los había engañado. Sapo 1 y sapo 2 contaron una, dos, tres noches, y la Redonda no aparecía, pero justo como el sabio había anunciado, en la noche número 7, Sapo 1, loco de alegría, exclamó:
-¡Mira, Sapo 2, en la charca!: es la Redonda, ¡regresó!.
Por un segundo quedaron los dos mirando el brillante reflejo sobre la superficie del agua. Luego, como si se hubieran puesto de acuerdo, elevaron a la vez la cabeza al cielo -cosa que ¡jamás! habían hecho.
Así comprobaron que el Gran Sapo Toro tenía razón. Saltaron hasta la charca en que había estado viviendo Sapo 1, y... ¡efectivamente, allí había otra Redonda!. Más entusiasmados que nunca, saltaron en busca de otra charca, y otra, y otra...¡y en todas había una Redonda, porque era el reflejo de la Luna! ¡Qué felicidad que hubiera tantas, para todos los sapos del mundo!
Finalmente, regresaron a la charca en que nacieron, la misma en la que juntos, habían dado su primer salto al agua. El Gran Sapo Toro, que los sintió llegar, asomó la cabeza desde su hueco de dormir, y dijo:

-¿Ya ven? ¡Debieron fijarse mejor antes de pelearse!.
Desde ese día, Sapo 1 y Sapo 2 no han vuelto jamás a enemistarse por nada, porque antes de hacerlo, piensan un poco, miran a todos lados, ¡y siempre hallan una respuesta!

PÚAS EL ERIZO

Marisa Moreno


Púas, era un erizo pequeñito, de color marrón, un poco torpe y patosito.
Tenía un hocico negro y unas patitas gordas.
Siempre se metía en líos, por culpa de sus púas pinchosas.
Un día, estaba tejiendo Doña Gatita un jersey muy lindo para su bebé gatito y Púas se acercó a curiosear.
La gata, había comprado en la tienda del pueblo, una gran canasta de madejas de colores y quería hacerle el jersey cuanto antes, para que no pasara frío.
Doña Gatita, le decía a su pequeñín: ¡Que guapo vas a estar!, ¡Eres el gatito más lindo de toda la vecindad!.
Púas, se había escondido detrás del sillón. Los colores de las madejas, llamaron su atención y al inclinar la cabecita para verlas mejor, se cayó dentro de la canasta.
El erizo, se metió, entre las madejas y no podía salir. El hilo se había enganchado en sus púas y lo había enredado todo.
¡Ay, Ay, mira lo que has hecho! Dijo la gatita.
¡Ahora que voy a hacer!.
Púas, se sintió muy avergonzado y pidió perdón a la gatita, pero el hilo estaba destrozado y ya no servía para hacer el jersey.
Al llegar a su casa, Púas le contó a su mamá lo que había ocurrido.

Le pidió que ella, hiciera un jersey para gatito.
Su mamá le dijo: ¡No te preocupes Púas, yo lo haré!.
¡No tienes que ser tan travieso!. ¡Has de tener más cuidado!.
Púas no sabía remediarlo, era tan inquieto, que volvió a meter la pata, bueno mejor dicho las púas.
Vió la madriguera de un conejo y quiso entrar en ella para curiosear.
La Señora Coneja, acababa de tener crías. Estaban todas allí, muy juntitas. Todavía eran demasiado pequeñas para salir.
Púas, consiguió meterse en la madriguera y llegar hasta las crías.
Todo estaba muy oscuro y no podía ver nada.
El erizo iba de un lado para otro, sin darse cuenta que según se movía iba pinchando a las crías.
¡Fuera de aquí!. Le dijo Doña Coneja, muy enfadada.
Púas, estaba, triste, el no quería hacer daño, pero siempre le salía todo al revés.
Pensando y pensando, encontró la forma de hacer algo bueno y práctico con sus púas.
¡Ya sé!. ¡Limpiaré las alfombrillas de las casitas de los animales!. Dijo Púas, convencido de que había encontrado la solución.
¡Esta vez, tengo que hacerlo bien y estar preparado para trabajar!.
¡No volveré a equivocarme!.
Comenzó a trabajar, como un verdadero experto.
Se ponía su mascarilla para el polvo, y limpiaba y limpiaba.
Los animales, estaban muy contentos de que por fin, hiciera algo que le gustara y no molestara a los demás.
Se convirtió en un gran limpiador de alfombras y todos estaban muy orgullosos de él.
Puás, había encontrado una razón para ser feliz.

EL CIEMPIÉS BAILARÍN

Marisa Moreno

Jimmy el ciempiés, vivía cerca de un hormiguero.
Su gran afición era bailar. Tenía unas patitas ágiles como las plumas.
Le encantaba subirse encima del hormiguero y empezar a taconear.
Jimmy cantaba: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor!.
Era muy molesto oír tantos pies, retumbando y retumbando sobre el techo del hormiguero.
Las hormigas asustadas salían para ver lo que ocurría.
El ciempiés seguía cantando: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor!.
¡Otra vez Jimmy!. decía: la hormiga jefe.
¡No podemos trabajar, ni dormir!.
¡No puedes irte a otro sitio a bailar!.
La hormiga jefe ordenó a su tropa de hormigas que llevaran a Jimmy a otro lugar.
¡No, hormiga jefe!.
¡Ya me voy!. Dijo Jimmy.
Jimmy se acercó a la casa del señor topo.
Se puso al lado de la topera y vuelta a taconear.

Seguía con su canción: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor!.
El señor topo enfadado, salió y le dijo: ¡Jimmy, estoy ciego pero no sordo!.
¿No puedes ir a otro sitio a bailar?.
Jimmy estaba un poco triste, porque en todas partes molestaba.
Cogió sus maletas y se marchó de allí.
Empezó a caminar y caminar, hasta que estaba tan cansado que no tuvo más remedio que descansar.
Se quedó dormido bajo un árbol.
Cuando despertó al día siguiente, estaba en un campo lleno de flores.
¡Este será mi nuevo hogar! : dijo el ciempiés.
Tanto se entusiasmo Jimmy, que no se dio cuenta que un gran cuervo estaba justo encima de él, en el árbol.
Jimmy se puso a taconear con tanta alegría que llamó la atención del cuervo.
El cuervo inclinó el cuello y vió a Jimmy taconeando.
¡Pobre Jimmy!.
El pájaro se lanzó sobre él, con gran rapidez.
Abrió su bocaza y cogió al ciempiés.
El ciempiés gritaba: ¡Socorro, socorro!.
Un cazador, que andaba por allí, observo, al cuervo volando.
No le gustaban mucho los cuervos, pues él creía que le daban mala suerte.
Hizo un disparo al aire para asustarlo. El cuervo soltó al ciempiés.
Al caer, el ciempiés se dio un gran batacazo.
Esto le sirvió de lección. Aprendió a ser más responsable y fijarse bien dónde se ponía a bailar.
Buscó un lugar seguro y allí danzaba y bailaba.
No molestaba a nadie ni a él, le molestaban.
Así fue como el ciempiés empezó a ser respetado por todos.




PÁGINA PRINCIPAL

 
posted by hacedoradeblogs at 11:24 PM | Permalink | 0 comments